Explicaré, a grandes rasgos, lo que son las ondas de Elliott. Quizá me estoy yendo muy atrás, pero creo que hay que entender bien la primera parte para después entender lo que son las ondas de Elliott.
El mercado se mueve por oferta y demanda, eso lo sabemos todos. Entre más quiere la gente ir a cenar a un restaurante y más dispuesta está a pagar por ello, más restaurantes abren; entre más se da cuenta la gente de que el refresco es malo, menos se vende (en teoría) y entonces Coca Cola y Pepsi sacan alternativas más “saludables”.
En el mercado de valores pasa lo mismo: entre más quiere la gente acciones de CEMEX, más suben esas acciones, porque, quien las vende, puede subirles el precio y la gente está dispuesta a pagarlo. Sucede lo mismo al revés: si tenemos razones para pensar que una acción equis o ye va a valer menos, pues menos se vende, entonces se tiene que ofrecer más barata.
Ahora, muchas veces queremos tener razones para hacer compras, pero no siempre son buenas y hasta nosotros mismos nos damos cuenta de ello. A veces quieres comprarte unos zapatos, una bolsa, un traje, etcétera, sólo porque te gusta cómo se ve, no porque lo necesites. Pero hacemos este ejercicio de “no, sí me hace falta este otro cinto, porque tengo uno negro y otro café, pero el café es más oscuro que este, además de que está medio viejito y ya se empezó a descoser”. Incluso cuando cambiamos de carro, pensamos: “ya me toca, el que tengo está medio viejo. Sí funciona bien, pero pronto empezará a fallar. De hecho, tiene un raspón aquí y otro allá, además de que el sistema operativo va a cambiar pronto y luego no me lo van a poder arreglar porque…” y seguimos dándonos razones para justificarnos.
Cuando vendemos algo, igual recurrimos a estrategias retóricas; en el sentido de que los datos que tenemos quizá no son tan diferentes a los de las otras personas que venden lo mismo, pero nosotros lo decimos de una forma mejor, con mejores palabras o de una forma que conmueve más. Los griegos decían que había logos, pathos y ethos. Vamos a imaginar que vendes carros en una agencia. Puedes convencer a alguien con razones: te compra el carro porque gasta poca gasolina y entonces le rinde más el dinero, porque tiene asientos de piel que son más fáciles de limpiar, porque tiene cinturones de seguridad y aire acondicionado. Lo puedes convencer con simpatía: le coqueteas, le explicas que es la última venta que tienes que hacer, que, si te ayuda, en un futuro lo vas a ayudar tú. Finalmente, lo puedes convencer con tu carácter: le dices que todos tus clientes siempre quedan satisfechos porque tú les recomiendas lo que sabes que es lo mejor para ellos, que tienes muchos años de experiencia, que tú manejas un carro igual y que jamás te ha fallado.
La cuestión es que sientas a tu cliente y tratas de adivinar cómo hacerle para que te compre lo que estás vendiendo y haces una estrategia.
De la misma forma, los vendedores de casas de bolsa buscarán venderte una acción o un paquete de inversiones y te convencen igual: te dicen que es el mejor fondo, que la economía brasileña ha crecido un 15% en los últimos cinco años, que con esto podrás darles a tus hijos una herencia, que te des la oportunidad de ver cómo tener un mejor futuro…
Regresemos a la agencia de carros. Una semana después de que vendiste tres carros iguales, te dicen que esos tres compradores se mataron. Resulta que el carro tenía un defecto en los frenos que venía de fábrica y ahora te quieren echar la culpa a ti. Te dicen que tú dijiste que era el mejor carro, que tú los convenciste porque querías cumplir tu cuota de venta y que entonces seguramente sabías que ese modelo venía defectuoso, pero te valió y aun así se los vendiste. Te dicen que eres una persona irresponsable, que no tienes ética, que eres una mala persona. Tú buscas justificarte y dices una y otra vez que no sabías; y es verdad, pero nadie te cree. Pasa un año y todavía te acuerdas de eso y entonces ahora le preguntas a tu jefe, “ese modelo nuevo, ¿lo probaron? ¿Están seguros de que todo le funciona?”. Ahora tienes información que antes no tenías y quieres tomar precauciones. Quince años después te acuerdas de ese incidente, pero nunca te vuelve a pasar algo similar.
A los corredores de bolsa les pasa lo mismo: venden un paquete de inversión o venden acciones prometiéndoles a sus clientes que jamás han visto algo mejor, que es la mejor compra que van a hacer, y resulta que pierden todo su valor al año siguiente y ya no pueden sacar ese dinero porque entonces se quedan sin nada. La gente les echa la culpa, dice que los banqueros lo hacen adrede porque son avaros, que le vendieron a la gente puro mugrero para ellos quedarse el dinero y gastárselo; pero, al igual que el vendedor de carros, el banquero no tenía ni idea de lo que iba a pasar.
No es que tú hayas vendido los carros con intención de mentir, ni que los banqueros quieran engañar a la gente, sino que, en ambos casos, faltaba información.
Ok. Creo que hasta aquí lo entendemos bien: el mundo se mueve, los accidentes pasan y la gente no es que tenga mala intención, sino que no tiene la información completa de las cosas para tomar decisiones y cree que sí la tiene. Bueno, aquí es donde se pone bueno.
Teorías económicas, datos fundamentales del mercado, análisis técnico… ¿quién tiene la razón? ¿A quién le hago caso para comprar acciones y que sí vayan a subir? Bueno, pues voy con un corredor de bolsa que resulta que estudió las ondas de Elliott y me da una explicación muy extraña que no entiendo: el mercado mexicano está en una corrección irregular de súper ciclo en donde la onda B supera en un 7% a su onda uno anterior y entonces la C podrá ser del 62% o más de la onda anterior, que se vería como un ajuste intermedio pero que dará pie a que el siguiente súper ciclo crezca por lo menos un 162% de lo que fueron sus ondas 1-5 anteriores. ¿Qué? En español, por favor. “Bueno, que el mercado ahorita puede bajar mucho o no tanto, pero después va a subir”. A ver, a ver… ¿va a *subir* o va a *bajar*? Quieres una respuesta directa, clara, contundente, que te diga si sí sube o si no sube, nada de puntos intermedios.
Si la siguiente explicación de tu banquero vuelve a ser igual de inútil para ti, empiezas a pensar que tal vez no sabe nada y nada más te quiere engañar. ¿Te das cuenta de cómo todo el tiempo entran los sentimientos? En lugar de querer entender y de que te lo explique bien (cosa que puede tardar tres meses o más), pues quieres decirle que mejor él decida por ti y haga lo que quiera.
Esto es muy importante: como ilustré en este ejemplo y en la primera parte, las decisiones que tomamos, en su mayoría, son emocionales. Queremos justificarlas o razonarlas, pero, a final de cuentas, las tomamos por cómo nos hacen sentir. En muchos casos, lo hacemos si los demás lo hacen: todos traemos un carro más o menos igual, un celular más o menos igual y nos vestimos más o menos igual. En Monterrey no veo mujeres en túnicas griegas ni hombres con sombreros de granjero chino. A final de cuentas, todos nos movemos más o menos igual en muchos aspectos de nuestras vidas, de acuerdo con nuestra cultura, nuestros valores y creencias.
Y así es como se comporta el mercado. Y no sólo sabemos que se comporta así, sino que es medible. Y quien descubrió que se podía medir (porque lo hizo, literalmente, horas y horas sentado viendo gráficas) fue Ralph Nelson Elliott. Él, ese hombre enfermo que se sentó en su escritorio a ver gráficas y gráficas y gráficas. El que desarrolló la teoría de las ondas de Elliott.
Las ondas de Elliott, ahora sí. Todas estas decisiones individuales que terminan siendo parecidas entre sí pueden medirse en el mercado de valores. En realidad, podrían verse en muchas otras cosas, pero no tenemos forma de saber qué decidió la gente en un momento dado. Tal vez sí, por ejemplo, podríamos ver cuántos fumadores hay y cómo cambian con el tiempo, saber si esos que dejaron de fumar lo retoman cinco años después, o si se echaron un cigarrito una vez con un amigo y ya. Todo aquello en lo que la gente pueda tomar decisiones puede medirse en Elliott, o por lo menos así lo proponen quienes estudian la teoría de las ondas. Nosotros, quienes estudiamos en el IAT, nos enfocamos en el mercado de valores.
Podría decirse que el principio de las ondas de Elliott es el estudio de las masas. Es la psicología de masas, pero de una forma muy matemática. Resulta que los seres humanos tomamos decisiones que, cuando se miden en grandes números de gente, suceden en proporciones matemáticas. Quienes quieren comprar CEMEX en un momento dado es equis número de personas, que deciden más o menos al mismo tiempo que “ya subió mucho” y que ya hay que venderlas. Como lo hacen todos al mismo tiempo, el volumen de compra o de venta incrementa o se agota en los mismos momentos. Piensa en cuándo se llena más de tráfico la carretera nacional: cuando hay puentes, días festivos y en verano. Toda la gente decide ir al rancho cuando hay buen tiempo, pero lo hacen individualmente. No es que la gente se ponga toda de acuerdo, que millones se hablen por teléfono para decirse qué piensan hacer, pero todos piensan más o menos lo mismo, más o menos al mismo tiempo. Cuando estudié mi especialidad, nuestro director académico, Jorge Fernández, me dio uno de los mejores ejemplos que conozco sobre esto: si te escondes atrás de la puerta para asustar a tu mamá, la reacción de ella puedes más o menos anticiparla y hay un número finito de reacciones: te mienta la madre, grita, te pega, llora, se ríe o no hace nada. Si yo te preguntara qué va a hacer tu mamá, tus respuestas son esas, nada más, y no “sale volando”, “se convierte en un alienígena”, “se clona a sí misma”. Sabes que hay una cantidad de cosas que pueden pasar, pero esas tres no son posibles.
Con el estudio de la teoría de las ondas es igual: sabes que la gente va a vender CEMEX hasta que llegue a 6.27 pesos, que después va a llegar a 8 y que en 8.50 va a suceder una venta fuerte que llevará al precio a los 7.50.
Sabes todo esto porque ya lo viste, ya lo mediste y ya se comprobó. ¿Es la interpretación de las ondas algo subjetivo? No, porque la cantidad de posibilidades es finita, porque las decisiones que toman las masas siempre son iguales. Difieren en su forma y tamaño, pero no en su proporción, no en las reglas subyacentes del mercado. No importa si le preguntas a mil o a diez mil cuál es la reacción de su mamá cuando la asustan, porque te contestarán con las mismas seis o siete opciones.